Formación
Cómo Crear una Cultura de Compartir en el Trabajo

En un sector donde el conocimiento técnico, la experiencia en campo y la adaptación constante son cruciales para el éxito, como en la agricultura y la investigación aplicada, crear una cultura de compartir conocimiento no es solo deseable. Es esencial.
La realidad actual nos muestra que ningún equipo, por competente que sea, puede evolucionar aisladamente. En un entorno donde los desafíos son cada vez más exigentes, ya sea por la evolución tecnológica, el cambio climático o las exigencias legales, la capacidad de aprender juntos se convierte en una ventaja competitiva.
Cuando Compartir Significa Crecer
El conocimiento, a diferencia de otros recursos, no se agota cuando se comparte. Al contrario, se multiplica. Un equipo donde el conocimiento circula libremente aprende más rápido, comete menos errores y se adapta mejor a los cambios.
En un centro de investigación agrícola, por ejemplo, el intercambio de información entre especialistas puede acelerar la resolución de un problema fitosanitario. En una explotación agrícola, el conocimiento informal entre colegas sobre cómo operar un equipo específico puede evitar averías u optimizar una aplicación.
Este tipo de compartir, por simple que parezca, tiene un impacto directo en el rendimiento diario y puede ser el factor que diferencia a un equipo eficaz de uno promedio.
Prácticas que Fomentan el Espíritu de Ayuda Mutua
Promover una cultura de compartir no requiere grandes inversiones ni estructuras formales. A menudo, son los gestos más simples los que generan resultados concretos.
Reuniones breves, realizadas al inicio de la semana o al final del día, pueden ser momentos estratégicos para identificar dificultades, alinear procedimientos y recoger sugerencias útiles directamente de la experiencia en campo. También es común que, durante los descansos naturales del día, surjan oportunidades espontáneas para aclarar dudas, compartir trucos de operación o comentar mejoras observadas. Otras veces, las mejores ideas surgen en la pausa para el café.
Las llamadas “mentorías informales” son otro ejemplo útil. Un trabajador más experimentado puede explicar de forma espontánea un truco de mantenimiento o un cuidado importante al manejar un pulverizador. Estos momentos no necesitan un nombre oficial para ser valiosos, basta con que ocurran.
El Papel de Quien Lidera
Ninguna cultura se crea por decreto. Los líderes, sean jefes de equipo, gestores de explotación o directores técnicos, tienen un papel decisivo en fomentar este tipo de ambiente.
No se trata de imponer reglas, sino de dar el ejemplo: hacer preguntas, escuchar sugerencias, valorar las buenas prácticas y crear espacios de confianza. Mostrar que equivocarse es parte del proceso de aprendizaje y que nadie sabe todo solo.
En un sector como el agrícola, donde la transmisión de conocimiento ocurre a menudo oralmente y en contextos prácticos, esta apertura es fundamental. Cuando un líder demuestra que está dispuesto a aprender de los demás, abre la puerta para que todos hagan lo mismo.
Todos Tenemos Algo para Enseñar y Aprender
Uno de los mayores obstáculos para compartir es la falsa idea de que solo los más experimentados tienen algo que transmitir. Nada más lejos de la realidad. Quienes llegan ahora, con formación más reciente o con otro tipo de experiencia, pueden aportar nuevas formas de ver los problemas.
El intercambio de saberes no es un camino de sentido único. El agricultor que conoce los ritmos de la tierra desde hace 30 años puede aprender del técnico más joven que sabe usar sensores de humedad del suelo. El investigador puede beneficiarse del conocimiento empírico del productor sobre los ciclos de un cultivo. Cada uno contribuye con su parte, y es en ese intercambio donde el equipo se fortalece.
Beneficios que Van Más Allá de lo Inmediato
Invertir en compartir conocimiento no es solo una cuestión de eficiencia, es una forma de construir equipos más cohesionados, autónomos y motivados. Cuando las personas sienten que su saber es valorado y que pueden contribuir al crecimiento de los demás, el trabajo adquiere otro significado.
Además, desde el punto de vista de la empresa, esta cultura se traduce en ganancias reales: menor rotación, mayor retención de talento, mejor capacidad de respuesta y un aprendizaje continuo que no depende de una sola persona.
Crear una cultura de compartir en el trabajo no requiere fórmulas mágicas. Requiere voluntad, escucha y un compromiso colectivo con la mejora continua. En un sector tan ligado a la práctica, la experimentación y la realidad concreta como la agricultura y la investigación aplicada, ese compromiso es lo que transforma el conocimiento individual en inteligencia colectiva.
Aprender juntos es, cada vez más, una necesidad.